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cuando oculta el oprobio de hacer daño.
Es injuria, delito..., y el apaño
preferido del vil y del farsante.
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La mentira pervierte lo que toca
y potencia el ardid si se consiente,
incrementa el recelo de la gente,
y al oído inocente lo equivoca.
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La mentira, además de un hecho infecto,
lleva balas cargadas de intenciones
que reflejan la “luz” del impostor.
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La mentira es la ofensa del abyecto,
del gran estraperlista de invenciones,
que enturbia el aire limpio con su hedor.
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