Vaya -
pensé - ¡por fin martes!,
y me
levanté de un salto:
el día
se presentaba
muy,
pero muy agitado,
iba a
ser protagonista
de la
comida del año.
La
expectación era máxima;
el
temor, por qué negarlo,
cundía
entre los amigos
que
pensaron, “ipso facto”,
en aquel
funesto día
que se
zamparon un gato.
Hoy
sería muy distinto,
hoy sería
extraordinario,
pues el
día cayó en trece,
martes,
para ser exactos.
Cuando
trincharan el pollo,
(después
de brindar cantando,
después
de beber sin tregua,
de
beber hasta el hartazgo).
Tras
trincharlo, pues, repito,
una invasión
de gusanos
brotaría
en erupción
provocando
los aplausos.
.
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